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Mayo de 2010

HOLA, AMIGOS SEGUIDORES INCANSABLES DEL DISEÑO DATA

Hoy vuelvo a la carga con mis dibujitos y mi perorata.
¡Qué complicado que es cuando uno es hombre orquesta! (en mi caso, un modesto "hombre cuarteto o quinteto").

Pensar en este newsletter, debería estar en el top five de actividades de mi estudio. Pero no, como (no) corresponde, "en casa de herrero, cuchillo de palo". Es que el multi-tasking llegó a mi vida para quedarse hace años, de la mano de Windows (antes, con la Mac), para vivir saltando de una ventana de tareas a otra. A veces ando con ganas de tener dos teclas virtuales y hacer Alt + Tab para cambiar de una actividad a la otra sin tanto esfuerzo...



Este primer trimestre, inicio real y concreto del año (sobre lo cual me explayo más abajo), pasó como tantos comienzos de año: mucho trabajo y nuevos clientes.

También hay novedades del ámbito académico: fui invitado a colaborar como docente auxiliar en la materia "Planificación Urbana" de la carrera de Arquitectura (UBA), una de mis arterias por las que fluyen mis ganas de mejorar todo.

A propósito, mi re-encuentro con la arquitectura, viejo amor, estará llegando en las próximas semanas con un anuncio especial del que les daré cuenta. Pero eso, amigas y amigos, será parte del próximo Diseño Data.

¡Hasta entonces!

bye!
MARTÍN LARRE
martin@larre.com.ar

 
   
 
La Pluma en su Tinta
La primera pluma estilográfica con tanque de tinta, más conocida entre nosotros como "lapicera" la inventó en 1884 un agente de seguros de New York, Lewis Waterman, quien a través del principio de capilaridad logró que la tinta fluyese por la pluma sin tener que cargarla todo el tiempo.
  La verdad sobre Verdana
La tipografía de este texto se llama Verdana y figura entre las tipografías más usadas en Internet. En 1994 Microsoft encargó al tipógrafo inglés Mathew Carter, una tipografía que fuera leída fácilmente en los monitores, en especial en la red. Carter también diseñó las tipografías Tahoma y Georgia.
 
 
   
 

Desde siempre vivo acechado por un viejo amigo: el almanaque.
Si vuelvo a Julio del año pasado, pero sin pensar en que era el año 2009, solamente pensar en "Julio", me imagino un lento camino ascendente (o descendente) en cuyo extremo está "mediados de Noviembre", que es cuando todo está en ebullición, con la previa a las fiestas, el ir cerrando todo de a poco y la carrera por llegar al fin de año, como si algo fuera realmente a terminarse. En un gráfico, es el tramo más empinado. Y así hasta una fecha tan simbólica como límite virtual de la realidad: el 31 de Diciembre.

A partir del 1º de Enero, todo vuelve a cero. Las empresas se desmembran, las gerencias se orfanizan, los proyectos se postergan. Se reducen las compras (que ya no se comparan con las de la semana de Navidad) el calor aumenta y hay menos gente en las calles. Algunos dicen, una vez más, "Buenos Aires en verano es un placer de tranquilidad, no hay nadie". Sí, no queda nadie. Y peor para mí: retiran de los kioscos todos los chocolates con maní, hasta nuevos fríos...

Entonces comenzamos a andar por una meseta en la que no pasa nada. Si vamos a vender, todo es no. Todo es "Pegate una vuelta en Marzo", "No, mirá el dueño está de vacaciones y hasta que no llegue no puedo hacer nada, lo tiene que ver él". Si queremos comprar, falta de todo. "Creo que me van a entrar a fines de Febrero, ¿viste?, es por los pibes que están de vacaciones". O "Nos quedó este modelo del año pasado y nos tiene que entrar, pero antes de Marzo, no creo."



Un tiempo para hacer la plancha, ordenar nuestros proyectos para el nuevo año, soñar un poco y tachar lo que, una vez más, no vamos poder hacer.

A lo mejor nos tomamos algunos días. Nuestro cuñado prometió dejarnos la casita en la costa entre el 20 y 23 de Enero."Venite nomás, que nosotros para esa fecha tenemos que volver. Se instalan tranquilos y así no tenemos que cerrar la casa. Eso sí, mirá que el 31 llegan los viejos y vos sabés cómo es el viejo de hincha. Mejor dejá la casa el 30, así no te lo cruzás". Lo pensamos y vemos qué hacemos. ¿Vacaciones así? Paso. Mejor nos quedamos tranquis en Buenos Aires.

Pero no todo es nada. Desde que me acuerdo, en cada verano pasa algo con la economía. Y este verano parece que no es la excepción: un anuncio del ministro que te agarra justito con los pies remojándote en el borde del mar y con el sombrero de Gilligan sentado en la sillita, te hace calcular todo de vuelta: en vez de multiplicar por 3,20, ahora vas a tener que multiplicar todo por 3,80 (con suerte). Tarjeteamos los gastos que nos quedan en vacaciones hasta llegar a Buenos Aires, y después vemos.

Y a todo esto, Enero se fue y seguimos transitando Febrero, casi en el límite con Marzo. Y no pasa nada. Es que todavía están los que salieron el 20 y no faltan los empleados que juntaron más de 30 días para sus vacaciones, después de varios años sin descanso.

Algunos colegios arrancan tímidamente, en el afán de justificar cuestiones pedagógicas (como la cuota de Febrero) y un número chico de actividades paraescolares comienza a desperezarse.



Pero "recién" es Marzo (aunque para algunos, "recién" es "ya") y todavía seguimos en la nebulosa de la actividad. Y hasta que esto arranque de una vez, Marzo puede llegar a ser una eternidad. No es antes de mediados de Marzo que las excusas se van agotando. Se habla menos del verano, pero entonces aparece un nuevo hito salvador. Nos fijamos bien en el calendario y sí, nos queda el último pedacito de descanso por el "agotador" trabajo realizado el año anterior: la Semana Santa.

Miro una vez más al compañero diario, el almanaque (ese con las farmacias de turno) y veo que este año cae desde el jueves 1º de Abril hasta el Domingo 4 de Pascuas.

Reviso para atrás el largo tramo empinado que a pesar de sus mesetas, es duro y pesado. Este pasaje gris de un año a otro, llamado "Enero-Febrero-Marzo" que, lleno de proyectos e ilusiones de un año entrante que no termina de entrar, es tal vez la sombra menos conocida, el tramo con menos prensa, la vergüenza más escondida del trabajo que tanto hace falta en estas latitudes.

En la primera edición del libro de Marcos Aguinis "El atroz encanto de ser argentinos" (Ed. Planeta, 2001), el autor eligió para su portada una imagen de Sísifo, personaje de la mitología griega, quien castigado por los dioses trepa una montaña cargando una enorme piedra en su espalda. El mito cuenta que antes de llegar a la cima, la piedra rodaba cuesta abajo y entonces Sísifo debía volver al pie de la montaña, cargar la piedra en su espalda y comenzar a subir de nuevo, y así eternamente.

Probablemente esta haya sido la representación gráfica más acertada para su tapa. Sintetiza la esencia de una sociedad que una y otra vez repite incesantemente sus alegres errores e imperdonables estupideces. Una sociedad que oculta tres meses del año, en donde se mira siempre a las vacaciones como un estado histérico del merecimiento injusto frente a quienes no conocen el descanso, difícilmente pueda alcanzar objetivos tan mirados en otras civilizaciones.



Ilustraciones © Martín Larre 2010

 
   
 
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