Resulta frecuente criticar las acciones de nuestros gobiernos de turno, protestar por la inflación, los baches, los embotellamientos, la falta de seguridad, el estado de las escuelas, la falta de insumos en hospitales públicos, etc., etc. Echar culpas, echar culpas y echar culpas...

Pero a una escala más personal, también nos pasamos casi todo el tiempo refunfuñando ante situaciones cotidianas: que la cola del banco, que el auto que ocupa el carril izquierdo yendo a 15 Km/hora, que el niño que prolifera una serie de adjetivos a su madre usualmente representados en los comics como "¡^@#!", el vendedor que nos trata casi como culpándonos de haberlo molestado de su lectura de mensajitos de texto, el señor empresario que los sábados arremete con su auto, descargando la furia de la semana contra peatones inocentes, el ciclista que cruza los semáforos en rojo, como si fuera el hombre invisible (y la bicicleta también).

Madres que llevan a sus bebes en elegantes y modernos cochecitos, no dudan en cruzar la calle dejando asomar primero la trompa del carrito y luego ellas: "¿Cómo quieren que haga?" "¿Cómo voy a avanzar primero yo?" "vos no entendés nada porque no tenés hijos..."



En un diálogo de una publicidad actual, en un control de alcoholemia, se escucha: "¿y con qué quiere que brinde en la fiesta de 15 de mi sobrina, agente? ¿con gaseosa?"

Otra situación conocida: "Y... si me suena el celular, ¿cómo no lo voy a atender? Total, es un segundo" "Escribir un mensaje de texto en el semáforo es re-fácil, mirá: lo hago al toque!..."

Pensamos hacia adentro: "No voy a ser yo el primer gil en admitir sus errores... Primero que juzguen a otros, que hacen cosas peores que yo. Total, ¿a quién le molesta que hable por teléfono mientras manejo?...

Digo yo (duplico): ¿todo eso también es culpa del gobierno?
La respuesta es amplia. Tal vez nada o tal vez todo. Pero tiene que haber alguna conexión por algún lado.

A ver, ¿qué tiene que ver el maltrato diario de un simple conductor de algún transporte público al servicio de la población (fundamento que pocos parecen recordar), con el escándalo político que puede llegar a protagonizar una diputada o diputado al conocerse lo del auto alemán que misteriosamente "aparece" en su garage del country?

¿Cómo podemos conectar el día de furia de un ciudadano "sacado", con el mal desempeño de un funcionario o congresal que llega a ocupar ese puesto gracias a los miles de ciudadanos que lo votan?

¿A quién se le ocurría pensar que las violentas frases "¿Qué te pasa?" y "¿Qué mirás?" que pueden escucharse en un baile, propinadas por un envalentonado joven trabajador de sueldo casi digno, tiene algún parecido con las inconsistentes e intermitentes presencias de diputados y senadores en sus bancas del Congreso y en otros tantos compromisos para los que han sido designados?


La conexión parece estar en que, en ninguno de los dos "bandos", nadie se hace cargo de sus acciones. Ni el irresponsable gobernante, ni el irresponsable ciudadano "de a pie"

Ante un desborde, se ve que no hay nadie dispuesto a sincerarse: "No, mirá, disculpame que te encerré, pero tuve un mal día. Ya mismo me bajo del auto hasta que se me pase"? ¿Es tan difícil? Y... parece que sí.

Es bastante ambigua la situación de muchos peatones que andan señalando lo mal que manejan los automovilistas, que el derecho del peatón, que patatín, que patatán. Minutos después podemos verlos conduciendo sus autos, arrasando con cuanto derecho de los peatones encuentran por ahí... Raro, ¿no?

Aquel político que en campaña nos muestra una cara de la moneda y después sólo tenemos que contentarnos con el otro lado del metal (cuando no es apenas el canto de la misma), no está haciendo otra cosa que el automovilista, ex-peatón mencionado entre otros ejemplos (de lo que no habría que hacer)...




Y... tenemos que acordarnos que antes de ser gobernantes, estas personas han sido "personas". Sí, personas como usted, vos o yo. Muchas de aquellas que aparecen en los diálogos anteriores, seguramente hoy son autoridades de gobiernos, muchos buenos y otros sumamente irresponsables (y hasta corruptos). Podríamos inferir que los hechos públicos que protagonizan, se gestan a lo largo de años y años de sus vidas. Son años de juntar emociones, broncas, momentos felices, tristezas inolvidables, recuerdos imborrables y qué sé yo qué otras cosas... Y de repente, desembarcan en el Estado cometiendo todo tipo de desfalcos, llevándose casi todo, dejando las migajas para que el que venga después "lo arregle"...

¿Hasta cuando vamos a seguir creyendo ciegamente que somos ciudadanos del "mejor país del mundo"? Tal vez lo fuimos en algún momento de nuestra corta historia, pero si lo seguimos creyendo sin hacer nada para mantenernos en ese "puesto", es inútil, irreal y engañoso. Se puede ser el primer país del mundo, pero además de creérnoslo, hay que seguir luchando contra nuestros egos, miserias y autoengaños.

¿Se puede dar vuelta esto? Creo que sí.
Como toda existencia, por algún lado se empieza. Y no está mal empezar por uno. Reconocer hechos en uno y en los demás y tratar de asumir algo de lo que nos toca, podría ser un camino.


Ser responsable es "responder". Es la respuesta a una acción. Una buena reacción, en positivo. Siempre con actitud crítica y autocrítica. ¿Será posible vencer los prejuicios y el miedo a reconocer que nos podemos equivocar? Bueno, parece que para muchos es difícil. Esa es con la primera dificultad con la que tenemos que trabajar. Y no será sino de este modo en que vamos a poder hacer "algo", aunque sea solo eso, por ahora. Es muy probable que, venciendo los miedos, prejuicios y vergüenzas, podamos empezar a asumir nuestros errores.




¡Hasta el próximo Diseño Data!

bye!
MARTÍN LARRE
martin@larre.com.ar